Evangelio según san Juan, 8,1-11 |
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Jesús enseñaba con autoridad y libertad y eso atraía a la gente, porque descubría en él la verdad y el amor de Dios. Pero al mismo tiempo provocaba la envidia, que siempre lleva al odio, de los que ostentaban el título de maestros pero sus obras no correspondían a sus palabras. Por eso tratan de tenderle una trampa acusando hipócritamente a la mujer. También a nosotros nos resulta demasiado fácil juzgar a los otros, acusarles o tener envidia. Algunas veces intentamos que otro quede mal, buscamos la manera de que le regañen o de ponerle en evidencia. Hoy Jesús nos enseña a mirarnos primero a nosotros mismos y ver nuestros propios defectos antes de acusar a nadie. También nos enseña que Él siempre está dispuesto a perdonar, y así deberíamos ser también nosotros. Pero Jesús no da por bueno lo que es malo. Jesús nos perdona, pero nos dice: en adelante no peques más, cambia de conducta y de actitud. Nos da otra oportunidad y nos invita a revisar nuestra vida y ver en qué tenemos que cambiar. Si lo hacemos así, ahora que estamos terminando la Cuaresma, cuando celebremos la Pascua seremos “hombres nuevos”, y nos pareceremos más en todo a Él, a Jesús nuestro Maestro. Y estaremos en todo momento dispuestos a seguir el consejo de María, nuestra Madre: Haced lo que Él os diga |
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Lee el Evangelio y copia en tu cuaderno la frase que más te ha gustado o resume la idea que te parece más importante: | |||||||||||
Reflexionamos ¿Eres envidioso? ¿Acusas a otros para que los regañen? ¿Te aprovechas de la mala fama de otros para quedar bien tú o conseguir tus propios fines? Cuando ves defectos en los demás ¿procuras pensar si tú tienes los mismos y otros parecidos? La mujer queda sola ante Jesús. Él no la condena, pero la pone ante su pecado para que reconociéndolo se arrepienta. ¿Procuras encontrarte a solas con Jesús en la oración para descubrir tus faltas o pecados? Si acudes al sacramento de la Reconciliación verás con más claridad lo que te aparta de Dios, sentirás el amor de su perdón y recibirás la Gracia que necesitas para rectificar. |
En la Eucaristía del Domingo lo ofrezco a Dios junto con el pan y el vino. |
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