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Como decía de D. Feliciano

   

En Domus Mariae consideramos nuestro encuentro diario con la Palabra de Dios como una “PEQUEÑA ANUNCIACIÓN”, por eso nuestra actitud debe ser la de imitar a María en aquellos momentos. Querríamos conocer cómo recibió Ella al ángel, qué se reflejaría en su semblante, en sus ojos, en su rostro, en sus actitudes, en todo su ser. Algo nos dice el evangelista San Lucas, pero querríamos saber más, entrar más en la intimidad de María para conociéndolo, imitarlo. Querríamos entrar en el mismo aposento donde se realizó aquella escena.

Nos hubiera gustado haber tenido unas fotografías, un vídeo que nos pusiese cómo se desarrolló todo aquello hasta en los detalles más mínimos para aprenderlos nosotros y llevarlos a la práctica sobre todo en nuestra “pequeña Anunciación”, en nuestro encuentro con la Palabra de Dios. ¡Cuántas veces veríamos esas fotografías y pasaríamos este video por nuestros ojos!

Pues bien, aunque no tenemos esas fotografías ni esos videos, sí tenemos las pinturas que nos han dejado los artistas que han plasmado en el lienzo los diversos modos como han concebido e intuido las actitudes de María en el momento de la Anunciación.

Ha sido el mismo Dios quien ha dado a estos pintores el intuir lo que han plasmado. El pintor tiene un don que ha recibido de Dios. Y ese don le lleva a plasmar lo que Dios le hace intuir cuando el pintor es fiel al don recibido.

Descripción de algunos de los rasgos más salientes del cuadro.

Me voy a fijar en el bien conocido cuadro de Fray Angélico. La Virgen está sentada, sobre sus rodillas tiene un libro. Lo más probable es que sea la Biblia. En todo su alrededor se aprecia un gran silencio exterior. La actitud de María es la de una mujer que, con gran recogimiento, está en oración. El cuadro presenta el momento en que ya ha entrado el ángel en el aposento de María. El ángel ante María está doblando la rodilla en señal de respetuoso saludo, como si María fuese un ser celestial. A la vez el ángel inclina su cuerpo hacia ella en un gesto de profunda veneración. María, sentada como está se queda. Inclinado su medio cuerpo hacia adelante correspondiendo al saludo del ángel y más inclinada hacia adelante la cabeza. Los ojos mirando al suelo en un gesto de humildad sin atreverse a ver el rostro del ángel. María aparece con el silencio de los labios y el silencio de los ojos. Las dos manos juntas sobre el pecho en un gesto de ofrecimiento total a Dios, como si dijera al mismo Dios: Soy toda tuya. En la tercera parte del tríptico aparece un jardín muy frondoso con frutos abundantes. Aparecen un hombre y una mujer juntos caminando, tristes, como saliendo del jardín. Son Adán y Eva cuando son expulsados del paraíso después de haber pecado. Es lo único que podría distraer la atención de María. Pero este cuadro más que distraer la atención de María, la está centrando en lo que significa el saludo del ángel. Diríamos que es lo que puede estar pensado María o meditando cuando llega el ángel. Encima del cuadro de Adán y Eva aparece como el brazo de Dios que a la vez que expulsa del Paraíso a nuestros primero padres, les recuerda que una mujer les devolverá la filiación divina que habían perdido. Una mujer pisará la cabeza de la serpiente que les ha engañado. Y desde ese mismo brazo de Dios arranca un chorro de luz que llega hasta donde está María. Y como siguiendo ese chorro de luz aparece una paloma muy pequeña que se dirige hacia María. Es obvio que en la paloma está reflejado el Espíritu Santo que envía a María luz y gracia para que comprenda el misterio, para que en ella se verifique lo del salmista: “Dame, Señor, gustar y comprender”, para que acepte el plan de Dios.

Aplicaremos algunas de estas observaciones a lo que debe ser nuestra “pequeña anunciación”

Ambiente de silencio.

En primer lugar, cuando vamos a hacer la lectura de la Palabra de Dios, hemos de buscar un lugar silencioso, como aparece el aposento de María en este cuadro. El silencio externo es fundamental para la oración bien hecha. María escogió un lugar silencioso para hacer oración. Haciendo oración la encontró el ángel. Leyendo y meditando en la Palabra de Dios. Según el pintor estaría meditando en el pecado de nuestros primeros padres que supuso su expulsión del paraíso y la de todos sus descendientes. Y el momento en el que estaba meditando María era muy acomodado para que el ángel le hablara y le expusiera la misión que Dios le había confiado. El silencio exterior es muy importante para que escuchemos cuando Dios nos habla.

En María hubo otro silencio más importante todavía: el silencio interior. El silencio interior tiene una triple dimensión: silencio de la mente, silencio de los labios y silencio de los ojos.

El silencio de la mente aparece en María en su recogimiento externo, sin que nada exterior pueda distraerla. En el aposento no aparece nada que le pueda distraer. El cuadro de Adán y Eva más que distraerla nos habla del tema en que podría estar meditando. El porte exterior de María nos habla de su silencio interior, mental, solo abierto al diálogo con Dios.

El silencio mental es imprescindible para hacer oración, la oración que hacemos con la Palabra de Dios. Si nuestra fantasía vuela de un sitio para otro, no podemos estar atentos a la Gracia de Dios que nos quiere hablar de un modo o de otro, directamente o a través de nuestro ángel custodio, como habló a María cuando estaba en un silencio mental. En el aposento de María no hay nada que pudiera llamarla la atención para pensar en ello y la distrajera de su meditación. El fondo de Adán y Eva saliendo del paraíso, lejos de distraerla, la estaba hablando y como pidiendo que aceptara la propuesta del ángel, pues en ello iba la salvación de la humanidad, la recuperación del don divino que ellos perdieron para todos nosotros. Ningún objeto exterior aparece y esto es símbolo del silencio mental interior de María. Ningún recuerdo pasaba por su mente que la perturbara en aquellos momentos. El silencio mental de María ha sido reflejado por el artista mediante el silencio exterior que reinaba en su aposento.

El silencio de los labios. No habla con nadie, no se atreva a hablar cuando ve al ángel y solo habla cuando se convence de que es Dios quien le habla a través del ángel. Solo se decide a hablar cuando se le exige una respuesta a lo que Dios le propone Diríamos que María solo habla con Dios o con quien viene de parte de Dios, cuando está en oración. Nadie aparece en la habitación donde estaba María que la pudiera perturbar en su oración-meditación Con nadie podía hablar sino con Dios. El silencio de los labios en María era total y absoluto.

El silencio de los labios es muy importante para la oración, para hablar con Dios cuando hacemos la lectura de la Palabra de Dios. Silencio que solamente debe ser interrumpido para hablar con Dios, como hizo María hablando con el ángel. El silencio de los labios es como el silencio de esas flores que se cierran durante la noche y solo cuando las saluda el sol en nombre de Dios, se abren para hablar con el Creador durante el día y alabarle. Si no se guarda el silencio de los labios cuando estamos haciendo la lectura de la Palabra de Dios, sucede lo que ocurre con el agua de una presa en un arroyo o en un río; todo el agua que habría recogido se salta cuando se abre la presa. Y el embalse se queda vacío. Nos quedamos vacíos de Dios y de las cosas de Dios que estábamos recogiendo, cuando no guardamos el silencio de los labios en la oración.

El silencio de los ojos. Este silencio es muy difícil de guardar. Con solo abrir los ojos, ya podemos perder ese silencio. Por eso, cuando comulgamos, queremos guardar ese silencio y nos cubrimos los ojos con las manos. En el cuadro de la anunciación aparece María guardando el silencio de los ojos hasta el punto de no levantarlos del suelo, ni siquiera cuando está el ángel frente a ella. Ella está inclinando el cuerpo como en leve reverencia y con los ojos mirando al suelo. El silencio de los ojos diríamos que permanece íntegro, inviolado, puro. El silencio de los ojos queda muy bien reflejado en esa dama con los ojos vendados que tiene en su mano una balanza y que representa la justicia. El silencio de los ojos para que nada influya en el fallo justo. Lo mismo nosotros, el silencio de los ojos para que nadie influya en nuestro interior cuando nos habla Dios. Para ser justos con Dios, para darle a Dios lo que es de Dios.

El silencio que nosotros hemos de tener imitando a María en la Anunciación, cuando hacemos la lectura de la Palabra de Dios, es este silencio que nos lleva a no ver objetos que nos puedan distraer, o si los vemos, que sean objetos que en vez de distraernos, nos ayuden a mantener el ambiente de la oración, sobre todo, que no nos detengamos en ellos para quebrantar el silencio de los ojos. El silencio de los ojos se quebranta cuando los ojos nos llevan a la distracción a través de la imagen que ha entrado por ellos. Que las imágenes que entran por nuestros ojos sean aquellas que nos ayudan al silencio mental interior, como sucede en el cuadro de la Anunciación de Fray Angélico.

Dios se asoma desde el Cielo

Antes de terminar esta reflexión, voy a señalar otro detalle del cuadro que estamos contemplando. Otros pintores ponen este cuadro con más relevancia, más visible. Fray Angélico le pone un poco como escondido, inadvertido, allá en lo alto pero presidiendo todo la escena entre el ángel y María. Desde arriba como observando cómo se realiza la escena entre el ángel y María aparece un rostro, como el de un anciano, con la barba, como representan los pintores a Dios Padre. Y efectivamente, es Dios Padre como asomándose desde el cielo para seguir el diálogo entre María y el ángel. María no puede verlo porque está mirando al suelo. Pero este detalle tan simpático llena todo el cuadro por su significado: Dios asomado desde el cielo a ver cómo reacciona María ante el mensaje del ángel. Dios pendiente de una criatura, de lo que Ella decida para empezar a realizar su proyecto de salvación para toda la humanidad.

También este detalle tiene aplicación a nuestro caso de la lectura de la Palabra de Dios. A nuestro modo de hablar, como si Dios estuviese observando nuestra reacción ante su Palabra que pone delante de nuestros ojos, para empezar a enviarnos las gracias que necesitamos para realizar el proyecto que nos ha confiado.

De la respuesta depende el bien de otros

Todavía podemos hacer otras consideraciones a la riqueza artística, teológica y espiritual que aparece en el cuadro de Fray Angélico. El salir Adán y Eva del paraíso entre llantos sobre todo en Eva que se le nota con la mano derecha como enjugándose los ojos, es el recuerdo que el artista pone ante lo que está sucediendo. Y por encima de nuestros primeros padres aparece un ángel con los brazos abiertos como queriendo consolarles ante el cuadro que se verificará un día en la tierra y que el pintor deja plasmado en estos momentos. Como diciéndoles que una mujer vendrá que quitará toda esta culpa, que volverá el hombre a tener la filiación divina, sencillamente, es un cuadro que viene a poner ante la mente de la Virgen el beneficio que va a traer a toda la humanidad el “sí” de María.

En esta línea sigo con la comparación de cómo, cuando hacemos la lectura de la Palabra de Dios, nuestro ángel nos trae a la mente las personas que podrán beneficiarse de que nuestra respuesta a la Palabra de Dios sea generosa y afirmativa. Efectivamente, nos espera todo un día en el que vamos a convivir con otras personas. Ellas podrán beneficiarse de la santidad a que nos llevará el cumplimiento de la Palabra de Dios. Cada día iremos dejando en nuestra vida una estela de virtudes cristianas si dejamos sembrado lo que nos ha encargado la Palabra de Dios.

En el cuadro de Fray Ánglico, el hecho de aparecer nuestros primeros padres saliendo del Paraíso, es como la voz del ángel que le está diciendo a María que, si acepta este plan de Dios, Ella puede restituir a la humanidad lo que para ella perdieron nuestros primeros padres. Como si el ángel le dijese: acepta la propuesta que Dios te hace teniendo en cuenta que vas a llevar la salvación a todos los hombres.

De modo semejante, cuando nosotros hacemos la Lectura de la Palabra de Dios es como que el ángel nos está diciendo acepta lo que Dios hoy te encarga y confía porque con ello vas a ayudar a salvarse a otras personas, pues con ello podemos ayudar a recuperar la gracia a otros, a seres queridos, a necesitados de gracias.

En realidad lo pensamos poco y es una pena. Nos sacrificamos por conseguir tantas y tantas cosas materiales para los nuestros todos los días y no nos exigimos sacrificios semejantes en lo espiritual para conseguir bienes espirituales para ellos. Una vida ejemplar y hasta de santidad de una madre puede ser el mayor bien espiritual que pueda hacer en favor de sus hijos y de sus seres queridos. Una vida de santidad de uno de los miembros dela familia puede ser lo que más bien espiritual haba para los miembros de la familia: padres, hermanos, etc. Cuando hacemos la lectura de la Palabra de Dios y cuando la debemos cumplir durante el día tengamos en cuenta esta realidad.